BUFANDIZATE: El sabor especial de la Champions
La bufanda del Schalke me recuerda un momento único en mi vida. Para un amante del fútbol que no vive en una gran ciudad donde la Champions es una competición habitual en el calendario de su club, el vivir un partido del mayor torneo continental es un sueño. Siempre pensé que escucharía por primera vez el maravilloso himno de la UEFA en alguna escapada al Camp Nou para ver al equipo de mis amores. Lo que desde luego nunca soñé fue poder animar a los blaugrana lejos de nuestras fronteras en unos cuartos de final de la Champions League. La fortuna quiso que el Barcelona disputara la eliminatoria contra el Schalke 04, un equipo de la zona Oeste de Alemania situada a dos horas escasas de Rotterdam. Un par de amigos socios culés hicieron el resto y la expedición para Gelsenkirchen se ponía en marcha.
Gelsenkirchen es una ciudad de unos 300.000 habitantes situada en el norte del Ruhr, a apenas 100 kilómetros de la frontera holandesa. Siempre ha sido una ciudad minera, pero en la actualidad su economía se basa en la explotación de centrales energéticas, principalmente solares y de carbón. El Schalke 04, uno de los equipos más potentes de la Bundesliga, con una historia de más de 100 años, es el perfecto embajador de la ciudad en el resto de Europa. Su estadio el Veltins-Arena es el único complejo del continente de 6 estrellas por encima de colosos como el Camp Nou o el Bernabéu.
Aquel día en Gelsenkirchen se respiraba fútbol del bueno. Los alemanes nos recibieron con los brazos abiertos ya que no están acostumbrados a acoger partidos de tal trascendencia y por ello se tomaron aquella visita de uno de los grandes del continente como una auténtica fiesta. El momento más emotivo de la mañana fue cuando nos encontramos a varias señoras mayores españolas que habían emigrado a Alemania en busca de trabajo en la época de Franco. Nos trataron de maravilla y en sus caras reflejaban la alegría de poder hablar con sus compatriotas y a la vez la tristeza de saber que aquel día pasaría y que la ciudad volvería a su monotonía habitual donde el trabajo es el principal protagonista.
Pasamos la tarde en un bar rodeado de azulgranas. Al principio fue un poco complicado involucrarnos a los que no éramos catalanes del grupo, pero entre cerveza y cerveza y a base de práctica, al final nuestros cánticos podían ser dignos de Serrat. Con nosotros venía un amigo inglés que se involucró tanto en el ambiente que parecía más fanático que los demás. La fiesta continuó de camino al estadio. En el tren de cercanías que nos llevaba al Veltins nos pusimos a cantar “Where the fuck is Gelsenkirchen?” para provocar un pique sano con los aficionados locales. Pero entre que no debían entendernos muy bien y que ellos vivían en una nube pensando solo en disfrutar, su respuesta fue inexistente.
Al acabar el partido, haciendo uso de la picaresca española, conseguimos colarnos en el césped y hacernos unas fotos en la portería que están reflejadas en este artículo. La policía alemana vino presta a echarnos, y lo hizo casualmente por la puerta donde se encontraba el autobús del Barça. Tras negociar con el jefe de prensa de los blaugranas, nos obligó a abandonar la zona y al menos nos quedó el consuelo de poder conocer a Pepe Gutiérrez, el reportero que sigue a los culés en Antena 3. Tras despedir desde la lejanía el autobús de nuestro equipo, volvimos al centro a recoger la furgoneta, y comenzar nuestra vuelta hacia tierras holandesas. El haber conocido durante el día a un grupo de gerundenses que habían venido en coche desde Cataluña, nos ayudó para que nadie se quejara durante las dos horas de nuestro camino de regreso.